La mayoría de nosotros fuimos
educados para emplearnos, es decir para vender nuestros servicios.
El ejemplo prima.
En un 90% de los hogares el padre
cabeza de familia normalmente fue o es el proveedor de los ingresos económicos
que servirán para suplir todas las necesidades que se presentan en el hogar,
desde vivienda, alimentación, vestuario, educación, etc., lo que logra en base
al trabajo que desempeña en alguna empresa industrial, comercial o del estado
como “asalariado”. Seguramente este ejemplo primó en los padres de nuestros
padres.
Nos acostumbramos a evitar en lo más
mínimo los riesgos, y en lo posible ir por la senda de lo seguro. Contar con un
trabajo estable significa que cada semana, década, quincena o mes contaremos
con unos ingresos que servirán para cumplir con nuestro cometido de vida. Hoy
día se conoce esta actitud como área o espacio de confort.
En las familias en las que el padre
siempre fue independiente, esta forma de actuar también copiada, seguramente de
su padre, acostumbrado a no tener dependencia económica de empresas o de
tercero alguno, habituado a generar su propio ingreso, realizando no solo
comercio, sino oficios disimiles como carpinteros, zapateros, tenderos,
herreros, etc., pudiera darse la tendencia a la repetición de oficios o
actividades, por generaciones.
Para el caso anterior no solo prima
el ejemplo de la independencia sino también el del oficio u actividad.
El tiempo ha venido mostrando a las
nuevas generaciones que no hay razón para que el ejemplo prime y que es
necesario pensar y actuar sin ataduras, a menos que estas realmente lo
ameriten. Y aquí prima nuevamente el ejemplo, pero esta vez para no repetir la
actividad o el oficio de sus progenitores, básicamente porque el tiempo les
enseñó que la continuidad en lo mismo no brindaba la posibilidad de un progreso
a futuro.
El avance de la civilización
viene mostrando en el día a día un claro
y rápido progreso lleno tecnología y lujos extravagantes, algunos difícilmente
alcanzables para las personas de ingresos exiguos. Lo anterior está relacionado
a la generación de devengos, algunos justos otros no, pero utilizados en suplir
gran parte de las necesidades personales y/o familiares.
La ambición por el tener lo mejor y
el poder llegar, ojalá, a disfrutar de todas las maravillas que el mundo
moderno nos ofrece han, de manera indirecta, cambiando el enfoque de las nuevas
generaciones que en un porcentaje respetable no están pensando en emplearse
sino en ser empresarios.
Los gobiernos del mundo han venido
trabajando en las últimas décadas en infundir
en los estudiantes la mentalidad empresarial atacándola por el lado de
la creatividad y colocando ejemplos visionarios como los de Bill Gates, Steve
Jobs, Ramón Ramos, etc., algunos ejemplos aplicables otros muy lejos de poder
ser aplicados, pero que no se deben descartar como un ejemplo de vida y de
éxitos.
Educación y empleo
La educación y las oportunidades en
tal sentido tienen mucho que ver con la visión que las personas del común
puedan tener en el sentido de crear empresa. Un alto porcentaje de la
población, con hijos adolescentes, solo esperan a que estén en edad de producir
para que salgan al mercado laboral a conseguir la ayuda para la economía
familiar y para que puedan de alguna manera solventar sus gastos primarios en
su vida personal. Incluso, muy común en los países latinoamericanos, niños y
niñas de muy corta edad se ven obligados a trabajar para poder auto sustentarse
y brindar algún tipo de ayuda a sus progenitores.
Se nos educa bajo la filosofía de que
“quien no estudia no es nadie”, de que solo las personas estudiadas se les va a
permitir avanzar y conseguir progreso.
Mucho hay de verdad, como así, mucho de
falacia.
Hacíamos referencia de los niños
“obligados” a trabajar, de los que logran alcanzar una edad mayor,
preadolescentes y/o adolescentes que si acaso lograda una educación intermedia
deben incursionar en el mercado laboral, por las razones antes expuestas.
Cuando el niño o el joven empieza a
tener la facilidad en el manejo del dinero, todo lo que querrá hacer es ver cómo
consigue más, pero muy pocas veces este pensamiento irá acompañado con la
necesidad de seguir capacitándose, pues pocas veces le inculcaron la relación
estudio/progreso y de hecho progreso/ingresos.
Lo aconsejable es el de que bajo
ninguna circunstancia a los niños se les permita trabajar.
Educación
y oportunidades
¿Trabajo o estudio? He ahí la
disyuntiva.
La respuesta está supeditada a la
situación económica de la familia y a la valoración del concepto que el
progreso y las oportunidades de alguna manera van de la mano con la educación.
Es común que se piense en apoyar a
los jóvenes hasta un determinado grado
(bachiller, o técnico en algún oficio) para darle las bases que logre
“alguna” vinculación laboral, ojalá, con alguna orientación hacia sus sueños
personales, es decir lo que el joven quiere hacer, o en lo que “sea”, pero que
se vincule laboralmente. Llegada esta etapa, pocas veces los padres pueden
seguir ejerciendo algún tipo de influencia sobre el pensamiento de los jóvenes,
ya que de aquí en adelante empezaran a volar solos, si es que esta situación no
se estaba dando antes de lograr su primer empleo.
Lo que viene de aquí en adelante está
relacionado con los intereses personales de los jóvenes, sus aspiraciones y
sueños y que tan arraigados están en sus objetivos personales para pensar en el
sacrificio de trabajar y estudiar de manera combinada.
Son muchos los que han estado
dispuestos a realizar este sacrificio por su propio futuro y por el presente de
su grupo familiar.
Nunca va a resultar fácil ir a la
escuela, la academia, el instituto o la universidad luego de haber cumplido con
8 largas horas de trabajo en una empresa. Pero la verdad, el sacrificio vale
los resultados futuros.
En alguna ocasión me tropecé un
cartel en Internet que rezaba “Estudia decían…Encontrarás un buen empleo.
Decian….” Lo sarcástico de la frase es que el cartel lo esgrime un desempleado.
Cuando ejercía como docente,
permanentemente les recalcaba a mis estudiantes la importancia del estudio y
las posibilidades a futuro que el conocimiento ofrece. Y fueron muchas las
ocasiones en las que algunos argumentaron que con seguridad una vez alcanzaran
el objetivo de sus estudios les correspondería trabajar en cualquier cosa,
menos para lo que estudiaron, y lo que sería peor, aceptar salarios de pobreza.
Yendo más lejos, algunos hacían comparaciones
con los ingresos. Se mofaban de lo que pudieran llegar a ganar en comparación con lo que lograban personas dedicadas a trabajos informales y
muchas veces sin ningún tipo de estudios.
Justicia salarial
Considero justicia salarial, el que las
personas devenguen un salario justo, acorde con sus conocimientos si estos
están siendo aplicados en su trabajo u oficio.
La justicia salarial no existe. En nuestro
país, por ejemplo, todas las situaciones de empleo la quieren manejar con el
salario mínimo o con cifras muy cercanas a él.
Si no existe la justicia salarial, la
justicia social está enredada en estos parámetros: Estudio/progreso.
Los niveles salariales los marca el
mercado. Si hay demanda y no hay oferta, los salarios serán más justos. Pero
que esperanzas hay cuando la oferta sobrepasa en cientos una oportunidad de
empleo.
Tratar de ocultar la realidad es difícil,
mucha verdad hay en lo expuesto.
Emprender: una oportunidad
Vamos a hacer referencia a los
emprendimientos forzados. Y los vamos a definir como la opción única que tienen
algunas personas cuando luego de trabajar por muchos años en el sector privado
o público, se quedan cesantes, por circunstancias inesperadas y aun con una
gran carga de responsabilidad personal y/o familiar.
Aunque su energía vital esté presente, los
años de vida lo sacan inexorablemente del mercado. Se inicia la discriminación
etaria. No es posible conseguir empleo, pero persiste la necesidad de generar
ingresos.
La solución a primera vista es “crear
empresa”, convertirse en emprendedor. Y la pregunta del millón es ¿Qué hago? O
¿a Qué me dedico?
Muchas personas aprovechan su experiencia
laboral. Algunos tendrán el conocimiento y la experiencia para empezar a
caminar solos. Otros, sencillamente les corresponderá improvisar y en la
improvisación está el peligro, y en el peligro el miedo a arriesgar los pocos
recursos con que se cuenta para esta nueva aventura.
A estas alturas como sirve el contar con
una buena base de conocimientos. Y pudiera darse el caso de entrar en la etapa
de las lamentaciones: si hubiera estudiado, otra cosa sería, etc.
Combatir el miedo: complicado.
El miedo nos podrá brindar la posibilidad
de ser cautos., pero también nos podrá cerrar los ojos ante las oportunidades.
Muchas son las personas que ingresan a la
vida empresarial como emprendedores movidos por las circunstancias adversas: un
despido o el cierre intempestivo de la empresa para la que laboraban. Oros,
sencillamente lo han venido planificando, ahorrando y cimentando su idea en el
tiempo, hasta el momento en que deciden lanzarse a la aventura de crear
empresa.
Estos últimos tendrán claro para donde van
y bastante bien definidos sus objetivos. El miedo natural de la aventura no
desaparecerá, pero estarán acompañados con una alta dosis de confianza
personal, que les brindará el suficiente apoyo mental para alcanzar las metas
propuestas.
La oportunidad está en intentar ser
independientes. En crear empresa y cuando alcancemos esta meta, no olvidarnos
de la justicia social y el derecho a oportunidades que tenemos todos los seres
humanos.
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