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viernes, 7 de diciembre de 2012

COMUNICACION : ¿DISCUTIRIAS CON UN MARCIANO QUE NI SIQUIERA ENTIENDE TU IDIOMA ?

Evitando las palabras huecas

Por Becky Krinsky

¿Que será más lógico? tratar de hacer entender a una persona que no comprende lo que se le está diciendo, sufrir porque sabiendo de antemano que lo que se dice o espera es inútil, porque no hay quien escuche, ya que las palabras resultan resonancias o reclamaciones sin resultado, o será más fácil buscar una manera para poderse comunicar?

No cabe duda que las relaciones personales son un reto.

Poder comunicarse adecuadamente es realmente una necesidad, de nada sirve hablar, pelear, sufrir o esperar que las personas entiendan una opinión si no existe una plataforma segura que propicie entendimiento. Hay que aprender a hablar en un tono claro, efectivo y con las palabras adecuadas para asegurarse que el mensaje sea recibido adecuadamente.

Hablar por hablar solo llena de palabras huecas, de reclamos y de relaciones rotas.  Para verdaderamente poder  comunicarse hay que entender claramente a la persona con la que se relaciona, hay que hacer un esfuerzo por lograr que el mensaje sea recibido, asegurar que no hay malas interpretaciones y que lo que se escucha es lo que se está diciendo. Es decir, si voy hablar con un marciano, primero aprendo su lenguaje y después, le pido lo que necesito ¿verdad?

Qué difícil es la relación de Nancy con su hija, ellas pelean todo el día, discuten y raras veces pueden acordar.  Nancy quisiera con todo su corazón que su hija fuera la madre que ella fue; le gustaría que limpie y ordene su casa, que atienda a sus hijos, sea responsable en su trabajo y sobre todo que deje de salir hasta altas horas de la noche con sus amigos.

Yolanda su hija no ve las buenas intenciones de su madre, ella por el contrario solo escucha reproches, criticas y malos tratos, en ningún momento esta joven siente que su mamá está preocupada por ella, tampoco entiende que sus comentarios son simplemente muestras de cariño legitimo de madre hacia una hija. De hecho la relación entre ellas es muy mala, Yolanda se siente sola y con una gran carga.

Guillermo y Clara se quieren mucho sin embargo su matrimonio sufre y está al borde de disolverse. Cuando se tocan temas delicados o incómodos, sobre todo cuando se habla de dinero y de apoyo, Guillermo parpadea, sintiéndose acosado y criticado. El cree que ante su mujer él no vale, el calla, no sale de si para explicar lo que siente o lo que hace.

No importa el tono, las palabras, la forma, el lugar el mensaje que Guillermo escucha es siempre el mismo: “no vales, no haces, no tienes” a pesar de que eso no es lo que Clara le dice; el no puede escuchar la preocupación o la angustia que su mujer siente. Todo se queda el reclamo y el malestar, no puede ver el dolor ni entiende la angustia que su carácter ocasiona.

La Receta:

Hablándole al corazón – Comunicación efectiva
Ingredientes:
  • 1 taza de sensibilidad para comprender lo que no se dice
  • 1 taza de respeto y cariño; reconocer el valor de los otros y apreciarlos por lo que son
  • 2 cucharadas de compasión y entendimiento a la esencia de la persona
  • 1 manojo de palabras claras, objetivas y nobles
  • 2 rebanadas de creatividad y variedad, tratar todas las formas posibles para comunicarse
  • 1 pizca de prudencia; el tiempo y el lugar son  tan importantes como el mensaje que se da.
Precaución: Para comunicarse efectivamente hay que remover el ego antes de hablar.

Modo de preparación:

Repetir más de lo mismo solo diluye y deteriora el mensaje.
  1. Una misma palabra puede tener significados distintos dependiendo de quien la escucha, quien la dice y en qué contexto se encuentra. Cada persona tiene un lenguaje interno que traduce las palabras en sentimientos esto, depende de la situación que se está viviendo, así como de sus historias etc. No hay nada más sano que aclarar el mensaje y la intención que se da para evitar confusiones.
  2. Limpiar, aclarar y asegurarse de que todas las partes capten el mismo mensaje, incrementa y fortalece la relación personal. Cuándo se abren los canales de comunicación se incrementan las posibilidades de tener una relación exitosa y una comunicación efectiva.
  3. Hay que respetar los tiempos personales. La persona tiene que estar preparada y dispuesta a escuchar para que se reciba el mensaje adecuadamente de lo contrario solo se lastima y no se llega a nada.
 “Un buen comunicador puede  ajustar su visión personal, bajar las expectativas y entender legítimamente a las otras personas, sus mensajes son recibidos con gusto y sus relaciones no tienen conflicto.”


Imágen © iStockphoto.com / bertos

viernes, 26 de octubre de 2012

COMENTARIOS SIN FUNDAMENTOS - LAS TRES PUERTAS


Una joven entró ansiosa y afanada a su casa. Sin saludar, fijó su mirada en su tio, quien reposaba tranquilamente en la sala, y de dijo:
- Tio, un amigo muy querido por ti estuvo hablando mal de ti.
- Espera, niña, espera - respondió el tio - ¿ya le hiciste pasar la prueba de las tres puertas a lo que me vas a contar?

     - ¿Las tres puertas? - Preguntó sorprendida la chica -.    - Sí, la primera es LA VERDAD: ¿Es absolutamente cierto lo que oíste? - Inquirió de nuevo el tío-.    - Bueno... me lo contaron los vecinos... supongo que... - dijo la niña dudando -.    El tío interrumpió:    - Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda puerta que es LA BONDAD: Es bueno para alguien esto que vas a contarme, o tal vez, sin darte cuenta, ¿te estás volviendo mensajera de malas intenciones?    - No... - respondió la joven - no creo que esto que te voy a decir sea bueno para nadie.    - Muy bien, - dijo el tío - entonces, nos queda la última puerta: ¿Es ÚTIL lo que me vas a contar?    - Tal vez no... - respondió tranquila la joven -.    - Entonces, si no es verdadero, ni bueno, ni útil, no lo discutamos - concluyó el tío -.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

NUNCA ESTAMOS SOLOS - DOBLANDO EL PARACAIDAS PARA EL ATERRIZAJE



*Airadna Hernández de Tejeda

Hace poco escuché a un amigo que es un hombre de empresa, decir “me hice solo” refiriéndose a que inicialmente no necesitó de nadie para sacar adelante su empresa. Su frase, pero sobre todo la convicción con que lo dijo, me dejó de una sola pieza… y sentí pena. ¿Es posible que nadie estuviera a su lado para ayudarle, para darle una palabra de aliento, para siquiera hacerle sentir que no está solo?

Finalmente caí en la cuenta que esto no podía ser real, que posiblemente este empresario no tenía en su recuerdo (o no quería tener) el rostro de tantas personas que, estoy segura, le ayudaron de múltiples formas a sacar adelante su hoy exitosa y próspera empresa.

Pensando en este empresario recordé a Charles Plumb , un capitán naval sobreviviente de un combate aéreo en Vietnam.

Plumb es atacado y su avión cae, pero sobrevive por que logra eyectar su asiento y caer a tierra en un paracaídas. Sale libre después de 6 años de prisión de guerra. Plumb cuenta que un día, ya libre, le saluda un hombre que le da un abrazo con mucho afecto. Él no lo conocía (o no lo recordaba) y le dice que fue uno de sus soldados y que vivía feliz de saber que Plumb pudo eyectarse, caer en su paracaídas y lograr sobrevivir.

Yo soy –le dijo- ese soldado que tenía como una de sus funciones asegurar de que todo en su cabina funcione y de doblar su paracaídas para cuando lo necesitara. Vivo feliz de saber que funcionó!! Plumb aprendió en ese instante que muchas personas están en tu vida apoyándote sin que te percates de ello y lo que es peor… sin agradecer esa presencia y esas acciones.

Nunca estamos solos, es imposible “hacerse solo”, lo que sí es posible es creer que podemos “hacernos solos” o no recordar quienes nos apoyaron. Cuántos de nosotros – como el empresario de mi historia o como el mismo Plumb- no hemos reflexionado sobre todo el apoyo que necesitamos de los demás.

Siempre hay alguien doblando un paracaídas para nosotros, para que tengamos el mejor de los aterrizajes en esta vida.

Un padre que hace tanto esfuerzo para darnos lo mejor, una madre que deja de comprarse cosas para darte un pequeño gustito, una esposa que sonríe para ti a pesar de estar muy cansada, un esposo que trabaja arduo solo soñando con lo mejor para su familia… pero también un hijo que se queda con poco tiempo de los papás pero aun así corre a abrazarte apenas te ve, o la nana que cuida a tus hijos mientras no estás, o quien limpia tu casa para que la encuentres hermosa, o el amigo que está ahí solo para acompañarte…. O ese tío, abuelo, vecino que en algún momento te brindó una palabra de aliento, una sonrisa o su presencia.

Te invito a traer al presente el recuerdo de esas personas, de esos rostros que en algún momento doblaron o están doblando el paracaídas para ti. Pero no solo te quedes en ese hermoso recuerdo, da las gracias y reconoce cuanto amor y aprecio hay para ti en este mundo: consérvalo.

Mi amigo empresario recibió mi visita antes de terminar este artículo y luego de leer un primer borrador reconoció muchas personas que doblaron para él su paracaídas. Amigos olvidados, concesionarios no apreciados, caseras que esperaban pagos atrasados de su cuarto de soltero o de su pensión, tíos que visitaban y alentaban, abuelos que sonreían y animaban, esposa que confiaba, hijos que supieron esperarlo y muchos más.

Cuando tú estés leyendo este artículo, él ya fue a buscar a muchos de ellos y a darles las gracias por doblar su paracaídas en algún momento de su vida.
Espero que tú también puedas hacerlo!!!
* Airadna Hernández de Tejeda
 Psicóloga Organizacional Educativa
Tomado de:http: //haganegocios.com/

miércoles, 12 de septiembre de 2012

CRITICAS O ELOGIOS: SUMAS



Un conferencista empezó una sesión escribiendo en un tablero unos números; eran unas sumas simplemente.  Escribió seis sumas y en dos de ellas había equivocaciones, las otras cuatro estaban bien.  Al terminar las seis sumas pidió al auditorio que por favor le hicieran comentarios de lo hecho. Todo el mundo le hizo críticas diciendo:

3 + 6 = 9
 6 + 2 = 8
 4   2  = 6
 4 + 6 = 8
                                      2 + 2 = 5

-  A la suma número 3 le falta el signo de suma, y
-  4+6 no son 8, sino 10,
-  En la suma número 5, 2+2 no son 5 sino 4.

Luego preguntó: ¿Hay alguien más que quiera decirme algo respecto al trabajo que he hecho?  Nadie contestó, y él, volviéndose al auditorio, dijo:

-    Pensemos en la reacción nuestra ante un tablero con seis sumas, cuatro de las cuales estaban bien y dos mal. 


Nos dedicamos a criticar las dos sumas que no estaban bien, pero nada dijimos en referencia a las cuatro sumas que estaban bien.  Igual acostumbramos a hacer en la vida.  Este es el trato que damos a nuestras relaciones humanas, con nuestro cónyuge, nuestros hijos, amigos y compañeros.

Aprendamos a decir una palabra de elogio, una palabra de agradecimiento por las cosas que están bien y que nos gustan.  Con ello estimularemos a los demás a hacer las cosas mejor y al mismo tiempo nos sentiremos más satisfechos de nosotros mismos al ser sensibles a todo lo bueno y lo bello que nos rodea.

Al juzgar, tengamos en cuenta que "las faltas son grandes cuando el amor es pequeño".

 Autor Desconocido   

lunes, 27 de agosto de 2012

COMO ELIMINAR EL HABITO DE LA QUEJA


Es normal que en la dinámica de la vida, nos encontremos con situaciones que nos gusten y con otras que nos disgusten. Algunos optan por adaptarse a lo incómodo, aprender y superase, pero otros, se anclan en lo que les molesta y usan como recurso equilibrador la queja.

Vivir en el mundo actual no es necesariamente fácil. Nos vemos envueltos o somos testigos directos o indirectos de enfermedades, accidentes, egoísmos, alto costo de vida, enemistades y cambios inesperados. Todo este panorama nos pone en situación de adaptarnos o resistirnos. En cualquiera de esas dos opciones, una de las prácticas más frecuentes es quejarse. Esto no constituiría un problema de no ser porque se convierte en una tendencia frecuente y automática, que afecta a la propia persona y a quienes se encuentran en sus zonas de influencia.

Aunque parezca que quejarse es una forma sana de liberación, de catarsis, de desahogo anti estrés, la quejadera tiene efectos emocionales y relacionales que muchos no logran siquiera notar.

En su libro “Decisiones”, Shad Helmsteter se refiere a este tema, y lo menciona como una “nefasta costumbre colectiva”, un hábito que repetimos porque nuestra mente ha sido programada para hacerlo. El asunto es que cada vez que algo no sucede como deseamos que suceda, nos da por lamentarnos.

El problema real no es quejarse, sino la intensidad emocional presente en la queja la frecuencia con la cual la que se realiza, pues de acuerdo con los neurocientíficos, cuando comenzamos a quejarnos, nuestro cerebro sufre cambios importantes. Debido a que la queja va acompañada de un sentimiento de injusticia, impotencia y frustración, nuestra respuesta fisiológica se ajusta a esas interpretaciones y en consecuencia, el cerebro produce en hormonas que alteran nuestras funciones normales, como: adrenalina, noradrenalina y cortisol. Estas hormonas, afectan nuestros pensamientos y nuestra conducta. Así, nos convertimos en personas pesimistas y nuestra capacidad de respuesta ante los eventos se reduce. Nos hacemos víctimas de los eventos, en vez de afrontarlos desde una actitud creativa confiada y entusiasta. Si esta práctica se hace hábito, la tendencia es a que se produzcan a la larga, desajustes de salud.

La recurrencia de la queja nos programa negativamente. Nos hace esperar lo malo e incluso justificarlo. Además, atraemos gente quejosa y pasiva que se rinde con facilidad ante las adversidades y limita su racionalidad, su objetividad, su fortaleza. Esto termina por afectar nuestra autoimagen, y nuestra imagen social y por ende nuestras relaciones de pareja, trabajo y familia. ¿Quién quiere estar con una persona quejosa que se muestra débil y frustrada?

Es importante darse cuenta de esta costumbre, reconocerla, asumir la necesidad de superarla y ponerse a trabajar en ello con auténtica disposición. La quejadera es una revelación de inmadurez, pues es una forma indirecta de rendición ante las dificultades. Aconsejaba Gurdjieff: “no te quejes, usa la frustración para desarrollarte. Para este sabio y experto en el funcionamiento mental, la queja disipa la energía necesaria para cambiar, para enfrentar, para resolver. Al quejarnos, la energía necesaria para movernos hacia el cambio, se diluye en una conversación intrascendente que no apunta hacia la conducta evolutiva.

Es claro que ante ciertas situaciones hay que quejarse, reclamar y defenderse. No estoy proponiendo negar la realidad, reprimirse o actuar tímidamente. Planteo la necesidad de hacernos conscientes del momento en el cual quejarse empieza a ser un comportamiento diario, habitual o automático. Detrás de esta costumbre tan popular, se esconde una baja autoestima, decir una falta de amor propio.

La mayoría de los quejosos no actúan, se acostumbran a rumiar su pena, pero mantienen un comportamiento pasivo con lo que les frustra. Es mucho más funcional, como dice Robert Sternberg en su libro, la inteligencia exitosa: usar la inteligencia para detectar el problema, buscar solución y proceder a la acción resolutiva.

En algunas personas la queja llega a ser algo tan normal que no se dan cuenta de su presencia. Recuerdo un episodio en el que llamé a un amigo para saludarlo, y en menos de diez minutos de conversación se quejó de su madre, de su padre, de su hermana, de su situación económica, de su falta de pareja, del precio de los libros, sus vecinos ruidosos y el Gobierno.

Sería más efectivo preguntarse: ¿Qué puedo hacer, cómo debo hacerlo y cuándo, para modificar cuanto antes esta situación? ¿Es esto tan grave como para que tenga que sentirme de esta forma?

Para enfrentar este hábito desgastante, es necesario darnos cuenta de la manera como analizamos e interpretamos las cosas, puesto que en la alta mayoría de los casos no es lo que nos pasa lo que genera nuestras reacciones, sino la manera habitual que tenemos de evaluarlas e interpretarlas. Hay que detener la queja, reflexionar y hacernos cada vez más conscientes de proceder. Pensemos que bastan quince minutos diarios de queja para acumular cinco mil minutos anuales de autodestrucción emocional.

Un ejercicio adecuado para eliminar el hábito de la queja, consiste en escoger un día a la semana (para empezar) y observar la cantidad de veces que nos quejamos a solas o frente a otros. Si es posible, anote las veces que lo hace y pronto estará tan sorprendido o asustado, que su mente empezará a ayudarlo a eliminar la costumbre. También puede observar a una persona cercana, sólo para ampliar su capacidad de estar consciente. Bajo ninguna circunstancia intente cambiar a nadie más. No les cuente a otros que ayer se quejó cuarenta veces o que en la última semana haya renegado doscientas veces de su matrimonio. Eso sólo le traerá mala imagen. El objetivo es cambiar usted y nadie más. Su ejemplo, motivara que otros cambien.

Luego de iniciado el período de auto observación, piense en otras conductas alternativas y novedosas pueda asumir en vez de quejarse, como por ejemplo: reírse, buscar solución a lo que no resultó como esperaba, tratar de encontrar la causa de la situación o dar gracias a Dios por ayudarle a hacerse cada vez más y mejor observador. Hay muchas alternativas además de la queja, y siempre con mejores resultados.

Lo importante del asunto es descubrir y desenmascarar el hábito, reprogramar la mente 
con nuevos comportamientos y practicar hasta lograr instalar el cambio. Aunque sea difícil, siempre venceremos si somos insistentes.

Dr. Renny Yagosesky - PHD en Psicología Cognitiva. – MSc. en Ciencias de la Conducta. – Lic. en Comunicación Social. – Conferencista y escritor – www.laexcelencia.com.